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Estresados: el Indec no los considera pobres, pero no llegan a fin de mes

Soledad tiene 43 años y vive con su hijo de 16. Es empleada municipal, trabaja de manera independiente en remoto y tiene un emprendimiento personal. Con esos tres empleos logra hacer un ingreso que, de acuerdo con el Indec, está muy por encima de lo que una familia de tres personas necesitaría por mes para no ser pobre. Sin embargo, pasa muchas privaciones.

“Soy madre soltera y jefa de familia. Hasta diciembre del año pasado éramos tres, mi hijo mayor se independizó, así que quedamos nosotros dos. Tengo un contrato de alquiler que aumenta cada año, y sentí la presión del aumento de más del 200% el año pasado, en octubre. Todavía no me puedo acomodar”, explicó a PERFIL. Desde ese momento el alquiler representa el 50% de su sueldo y tiene problemas para pagar las tarjetas y los créditos que tomó con diferentes entidades financieras. Según una encuesta de Inquilinos Agrupados, el 63,7% de los hogares tiene deudas de algún tipo, y el 91% tuvo que relegar varios gastos para poder pagar el alquiler.

La situación de Soledad podría enmarcarse en lo que una nueva investigación del Observatorio de la Deuda Social de la UCA considera “estrés económico”. Se trata de una “percepción sobre la capacidad de los ingresos totales del hogar para cubrir consumos básicos mensuales, sostener patrones de consumo y capacidad de ahorro”. En definitiva, de un hogar que manifiesta insuficiencia de ingresos: “No les alcanza para cubrir sus consumos básicos y habituales, así como declaran también la imposibilidad de ahorrar”, detalla el documento. En 2024, el 33,4% de las personas no pobres estaban en situación de estrés económico, una cifra que fue creciendo en los últimos años: en 2022 eran el 26,4% y el 27,5% en 2023, un aumento de siete puntos porcentuales en los últimos dos años.

“Ahora estoy logrando que una vecina me lleve al trabajo y me estoy ahorrando el transporte, a veces no llego a cargar la SUBE, se me complica un montón, y hago más de 40 cuadras caminando para llegar al trabajo y la misma cantidad para volver”, agregó Soledad. “En el último tiempo todo se me hizo más complejo, incluso para la comida: antes comíamos todos los días pollo o cerdo, que era lo más barato en su momento, pero ahora en las últimas semanas del mes por lo general comemos arroz, fideos o polenta, y a veces no llegamos con las cosas de limpieza. Carne vacuna consumimos una o dos veces al mes, no más que eso”.

En el análisis de la UCA, los autores comienzan con una reflexión: “Si bien las mediciones de pobreza basadas en umbrales monetarios han resultado una contribución relevante para monitorear las condiciones de vida, existen evidencias suficientes sobre sus limitaciones para captar la complejidad de las experiencias de privación económica”.

Uno de esos autores es Juan Ignacio Bonfiglio, quien afirmó a este medio que el cálculo sobre estrés económico se plantea como una medida complementaria a otras mediciones, como las de pobreza por ingreso y pobreza multidimensional. “Es un elemento más en el análisis para un diagnóstico general”.

Detalló a su vez que este reporte es “diferente a otros informes” porque “da cuenta de la situación de estrés económico como la situación en la cual el principal referente del hogar declara que los ingresos del mes no alcanzan a cubrir los gastos de ese hogar. No puede ahorrar y tampoco puede cubrir los gastos. En este sentido es una definición objetiva, pero basada en cuestiones que son subjetivas”. Y aclaró: “Si bien no nos referimos a una situación de pobreza, sí a una cuestión de privación relativa a ese hogar”.

La investigación explica también que existen ciertos factores que contribuyen a un aumento de la situación de “estrés económico” o privación: la pobreza monetaria (el 65,2% las personas cuyos ingresos las definen como pobres no indigentes y el 87,1% de quienes están en situación de indigencia manifestaron estar también en esta situación), el déficit en la dimensión de la salud, y el déficit de bienestar psicológico.

En el primer caso, expresó el autor del estudio, “a medida que se incrementan los niveles de pobreza o de mayor vulnerabilidad económica hay mayor estrés económico, pero lo que es interesante es que no necesariamente el que está en condiciones de estrés económico es pobre según los ingresos, y al mismo tiempo vas a tener situaciones de pobreza que no experimentan o no declaran una cuestión de insuficiencia de ingresos”.

El caso de la salud, advierten en el documento, “adopta un papel significativo y de relevancia para explicar los factores que subyacen al estrés económico. Tener inseguridad alimentaria y/o recortar gastos en atención médica y medicamentos, sin disponer de cobertura de salud –más allá del sector público– incrementa el riesgo de estrés económico”.

Por otro lado, agregan, “puede suponerse que el malestar psicológico aumente la probabilidad de estrés económico”.

Soledad celebra que al menos en su hogar no tienen grandes problemas de salud. “Afortunadamente no tomamos medicación ni estamos en tratamiento. Dejé la psicóloga en diciembre del año pasado, también por una cuestión económica”. Sobre otras necesidades, como la vestimenta o la recreación, no están contempladas en el presupuesto. “No asistimos a teatros, no vamos a cines, no comemos afuera, no nos compramos ropa ni calzado. Solo lo básico, nada más”.

Creció la desigualdad en 2025

La desigualdad se incrementó en el primer trimestre de 2025 pese al repunte de la actividad económica registrado en ese período. Según cifras oficiales, los ingresos de los sectores más ricos de la Argentina son 15 veces superiores a los de los segmentos más pobres.

De acuerdo con el último informe de la evolución de la distribución del ingreso del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el coeficiente de Gini, un indicador que mide cuán desigual es el reparto de la riqueza, fue de 0,435 en los primeros tres meses del año. Cabe destacar que este índice utiliza valores comprendidos entre 0 y 1. El 0 corresponde al caso de “igualdad absoluta de todos los ingresos”, mientras que el valor 1, al caso extremo contrario, donde todas las personas tienen ingresos nulos y un solo individuo se lleva el total.

La cifra correspondiente al período comprendido entre enero y marzo de 2025 implica un retroceso respecto del último trimestre de 2024, cuando se había ubicado en 0,430, evidenciando que la desigualdad creció en el arranque del año.

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