Susan Sontag escribió alguna vez que “las fotografías no pueden crear una posición moral, pero sí consolidarla”. Las despiadadas imágenes que llegan desde Gaza son postales del horror, del genocidio más atroz que viven (vivimos) las generaciones que actualmente pisan la tierra. Edifican una nueva posición moral en millones de conciencias a lo largo del mundo. Construyen un repudio que puede convertirse en odio hacia Netanyahu, el Estado asesino de Israel y cómplices como Donald Trump y Javier Milei. Este 9 de agosto, en pocos días, marchamos para repudiarlo. Tenemos una obligación. Hacia esas y esos miles de niños que mueren de hambre y/o bajo las balas. Hacia esas mujeres desnutridas que dan a luz niños moribundos. Hacia ese pueblo que el Estado sionista masacra. La indiferencia no es opción.
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Meritocracia y ajuste
“Extraño la Argentina de la meritocracia, donde el mensaje, transmitido a todas las clases sociales, era claro: si querías progresar, tenías que estudiar y trabajar duro”. El que opina es Marcelo Tavarone, socio integrante del (más que) exclusivo Tavarone, Rovelli, Salim & Miani, un “Estudio de Abogados full service que asesora a clientes corporativos, con una visión creativa y de alto valor agregado”.
Imagen falsa de la historia local, esa Argentina meritocrática pertenece al discurso vacío con el que las clases dominantes intentaron moldear, desde siempre, la ideología de grandes fracciones de masas. La realidad terrenal siempre fue más áspera. Agredida y despreciada por aquella oligarquía rural que se asumía dueña del país, la clase trabajadora inmigrante que pisó suelo nacional a fines del siglo XIX, forjó sus propios méritos a fuerza de lucha y resistencia. La historia de nuestro país transitó el mismo rumbo en el siglo siguiente: para el pueblo trabajador nada vino de arriba; nada fue “regalado”; todo derecho se conquistó con lucha desde abajo.
Tavarone es parte de la elite económica que pagó una carísima publinota en el Washington Post. Destinada a respaldar electoralmente a Javier Milei, lleva el pomposo título de “The Argentine Dream” y fue elaborada por Investment Reports a pedido de un pool de grandes empresarios. Entre ellos están Eduardo Costantini (Consultatio), Marcos Brito (Banco Macro), Marcos Bradley (Syngenta) y Eduardo Elsztain (IRSA).
El poder económico concentrado celebra el ajuste feroz de Javier Milei. Exige su continuidad; advierte sobre los riesgos electorales: “Políticamente, la materialización de las reformas previstas por Milei depende del éxito en las elecciones intermedias de octubre de 2025 y las presidenciales de 2027. La oposición puede estar ahora muy debilitada, pero ha logrado resurgimientos impresionantes en el pasado”.
Esa elite económica impulsó la Ley Bases y el RIGI. Avala una política de ajuste salvaje a jubilados, jubiladas, trabajadores y personas con discapacidad, entre muchos otros. Sostiene a un Gobierno represor y autoritario, que gestiona alternando vetos con decretos. Y palos, gases y más palos. Apuntala un régimen que -Corte Suprema mediante- acaba de proscribir políticamente a Cristina Kirchner.
La publinota desnuda la precariedad del esquema mileísta. El FMI acaba de volver a socorrer al Gobierno (y van…), entregando los USD 2.000 millones correspondientes a uno de los desembolsos acordados. La confirmación llegó tras una intensa semana cambiaria, donde el dólar oficial se acercó al techo original de la llamada “banda”: $1400. Atrás en el tiempo quedaron los absurdos pronósticos de Milei, cuando habló de una divisa a $600. Nicolás del Caño se lo recordó en redes, tildándolo de “econo-chanta”.
El econo-chanta número 1 diciendo que el dólar se iba a caer como un piano a 600 pesos.
Milei es un estafador en todo. pic.twitter.com/hzKnmk4IeN— Nicolas del Caño (@NicolasdelCano) July 31, 2025
Hundiendo en el barro sus propios discursos, Milei, Caputo y cía. vienen acudiendo a un menú de medidas “estatistas” en desesperado intento de contener el dólar: frenética suba de las tasas de interés e incremento de los encajes bancarios.
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Las medidas son, apenas, paliativos. Desde el levantamiento del cepo, se compraron USD 12.300 millones para atesoramiento y viajes al exterior. El volumen es el más alto en 22 años y convierte casi en “vueltos” otras cifras del esquema económico. Como el ingreso de divisas por liquidaciones, que también tuvo su mes récord en julio, con USD 4.102 millones. Los dólares entran por una ventanilla; salen, demasiado rápido, por otra.
El gran capital prende velas por el proyecto mileísta. No solo la elite financiera que publicita en el Washington Post. También el gran empresariado más cercano a la producción industrial. Martín Rapallini, titular de la UIA, volvió a reclamar esta semana por las llamadas reformas estructurales: “En los últimos 20 años se han acumulado distorsiones y problemas en términos laborales y positivos, y hay que corregirlos”. En criollo, “corregir” equivale a simplificar y abaratar despidos; a reducir impuestos al capital; a construir, cada vez más, un país solo para los ricos.
“Rebelde$$” federales
La política capitalista exige la sobreactuación. El “grito federal” que lanzaron los gobernadores de Córdoba, Chubut, Santa Fe, Jujuy y Santa Cruz aparece como un impostado acto de protesta, que llega luego de haber avalado todas las políticas de ajuste implementadas por la gestión mileísta.
Lanzados juntos al ruedo político nacional, Ignacio Torres, Maximiliano Pullaro, Martín Llaryora, Carlos Sadir y Claudio Vidal, intentan resucitar esa “ancha avenida del medio” que, siempre en tiempos electorales, se ofrece como promesa. Voceros de las oligarquías y patronales provinciales, defienden también su propia caja, raleada por el ajuste del Ejecutivo nacional. Expresan, además, el creciente malestar social que llega a cada rincón del país. Poniendo números a esa inquietud, la consultora Zuban-Córdoba acaba de consignar que el 89% de la gente opina que “no alcanza” con que baje la inflación.
¿Buscarán una proyección nacional el nuevo armado? ¿Intentarán desembarcar en Provincia de Buenos Aires hacia 2027? ¿Se limitarán al lobby conjunto por sus intereses locales? Acelerando, la crisis de representación deja más preguntas que respuestas.
Imposibilitado de ofrecer un programa económico que no suponga alguna modalidad de ajuste, el peronismo transita un camino que lo lleva de una interna a otra. Después de las enormes tensiones entre Axel Kicillof y Cristina Kirchner, la batalla tiene ahora como protagonistas a Juan Grabois y al universo de voceros que habla en nombre de Sergio Massa. El “debate” se presenta poblado de chicanas, ironías y amenazas. Feroz, la lucha se reduce un programa “mínimo”: los cargos expectables en las listas de candidatos a diputados para las elecciones nacionales del 26 de octubre.
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El dirigente de Patria Grande ofrece encuestas como material probatorio para encabezar. Amenaza con la ruptura. Desde el peronismo surgen voces llamando a la calma y, una vez más, a la “unidad”. Una es, aparentemente, la de Cristina Kirchner, que -dicen quienes conocen- habla a través de Teresa García. Un frío temor recorre las espinas dorsales justicialistas: que la división facilite el triunfo de la alianza LLA-PRO en Provincia de Buenos Aires. Para un espacio político en crisis, sería una noticia más que dañina.
El peronismo sufre, además, las incontinencias de la famosa “unidad hasta que duela”. La presencia de Guillermo Moreno en el armado de Provincia genera más que malestar. El ex (?) socio comercial del genocida Milani no parece inmutarse. Transita el mundo del streaming hablando de “culos”.
Este señor es parte del armado del peronismo. La unidad hasta que duela. https://t.co/5AKmYmrquW
— eduardo castilla (@castillaeduardo) August 1, 2025
La izquierda en campaña: una pelea a contracorriente
Un policía de la Federal agarra de la capucha a un militante; otro lo arrastra. Se escuchan gritos. Todo ocurre en la tarde del jueves, en la Estación Constitución, donde un día antes el servicio colapsó por falta de mantenimiento. El militante del PTS-Frente de Izquierda cometió el “delito” de repartir volantes. El hecho trasciende a los grandes medios. La bronca y el repudio se imponen: una hora más tarde, en el mismo lugar, decenas de compañeras y compañero continúan la campaña de la lista que encabeza Nicolás del Caño en la Tercera Sección.
La Policía Federal detiene ilegalmente a un compañero. ¿Están prohibiendo hacer campaña electoral a la oposición? Es un derecho democrático repartir volantes y difundir propuestas. ¡Que lo liberen ya! pic.twitter.com/GtnpKe32XJ
— Nicolas del Caño (@NicolasdelCano) July 31, 2025
La izquierda despliega una campaña a contracorrientes: carece de espacios en los medios de comunicación y enfrenta fuerzas que tienen apoyo empresario y usufructúan los aparatos políticos nacionales, provinciales y municipales. Cuenta a su favor la simpatía que se expresa en cada recorrida o actividad callejera. Simpatía que expresa el reconocimiento a una fuerza política que no transó nunca con Milei; que ofició de oposición consecuente desde el primer día; que confrontó el ajuste en el Congreso y en las calles.
Ninguna fuerza política nacional tiene esa coherencia. Una fracción de la oposición se convirtió en colaboracionista y cómplice en la hora cero de Milei. Parte del peronismo fue a engrosas esas filas. Otra fracción, importante, sostuvo una oposición política tibia, moderada y destinada más a esperar el desgaste de Milei que a derrotarlo. Si se observa el terreno social, la escandalosa tregua que sostienen la CGT y gran parte de los movimientos sociales peronistas resulta esencial a la gobernabilidad mileísta. Si se mira hacia arriba, hacia “la política”, se vislumbran los rastros de las negociaciones con el oficialismo por lugares en el Poder Judicial; o la negativa a tirar abajo los muchos y reaccionarios decretos del Gobierno.
La crisis política nacional impone una necesidad: que las mayorías trabajadoras y populares comiencen a discutir la construcción de una herramienta política propia; de una fuerza de cientos de miles o millones, capaz de pelear un programa anticapitalista de salida a la crisis; un partido capaz de ofrecer alternativas a la decadencia constante que imponen el gran empresariado y sus coaliciones políticas. Esta propuesta es, también, parte del debate que la izquierda plantea en el escenario electoral.
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