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Auge y caída del príncipe Andrés: un libro desenmascara sus secretos financieros y amistades peligrosas

El príncipe Andrés de Inglaterra y su exesposa Sarah Ferguson, duquesa de York, han sido durante décadas figuras controvertidas en la monarquía británica. Ahora, el historiador Andrew Lownie, en su biografía Entitled: The Rise and Fall of the House of York, desentierra un cúmulo de detalles inéditos que dibujan un retrato devastador de su decadencia.

Basado en cuatro años de investigación y entrevistas con más de cien nuevas fuentes, el libro se centra en cómo sus decisiones financieras imprudentes y sus asociaciones con figuras siniestras, como el financista convicto Jeffrey Epstein, sellaron su destino.

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Los vínculos inquebrantables del príncipe Andrés con Jeffrey Epstein: más allá de la amistad

Una de las secciones más impactantes del libro de Lownie explora la relación de Andrés con Epstein, que se remonta a principios de los años 90, antes de lo que se sabía públicamente.

El autor describe esta conexión como desequilibrada, citando a un amigo del duque que la compara con “poner una serpiente de cascabel en un acuario con un ratón”, donde Epstein ejerce un control dominante.

Según Lownie, el mundo de Epstein funcionaba como una “operación de chantaje” que le otorgaba poder sobre figuras influyentes, incluyendo al príncipe.

El intercambio mutuo era claro: para Epstein, Andrés aportaba estatus, respetabilidad y contactos valiosos durante su rol como enviado especial de comercio británico, incluso incluyéndolo en viajes oficiales y reuniones. A cambio, Epstein proporcionaba “chicas”, según alega el autor.

Una cita atribuida a Epstein en el libro es particularmente cruda: “Somos ambos adictos al sexo en serie. De los informes que he recibido de las mujeres que hemos compartido, él es el animal más pervertido en la cama. Le gusta involucrarse en cosas que son pervertidas incluso para mí, y yo soy el rey de lo pervertido”.

A pesar de los cargos contra Epstein por delitos sexuales en 2008, la amistad persistió. Andrés afirmó que su viaje a Nueva York en 2010 era para romper lazos, pero Lownie sostiene que “continuó mucho más tiempo”.

Fotografías que muestran a Andrés con Virginia Giuffre, denunciante del príncipe, y Ghislaine Maxwell en Londres —supuestamente tomada por el propio Epstein— y otra en Central Park en 2010, ilustran esta persistencia.

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El libro de Lownie revela además que Epstein vendió secretos de Andrés a regímenes represivos y dictadores alrededor del mundo.

Jeffrey Epstein pagó “muchas de las facturas de Fergie”

Sarah Ferguson, que se divorció de Andrés en 1996 pero sigue viviendo con él, no queda al margen. Lownie describe su relación con Epstein como “muy, muy cercana”, continuando incluso cinco años después de que supuestamente terminara en 2010.

El financista pagó “muchas de las facturas de Fergie”, al menos US$ 19.800, aunque se rumorea una cifra mucho mayor —negada por la duquesa—.

El autor sugiere que Andrés entró en esta asociación parcialmente para financiar a su exesposa, dada su “codicia y necesidad”.

Estas conexiones culminaron en escándalos como la entrevista de Andrés en BBC Newsnight en 2019, donde falló en expresar remordimiento por su amistad con Epstein, y el acuerdo extrajudicial con Giuffre por alrededor de US$ 15,8 millones en 2022, parcialmente financiado por la reina Isabel II.

Lownie también cuestiona la muerte de Epstein, dudando de la evidencia médica y las fallas en la supervisión carcelaria.

Las finanzas del príncipe Andrés en caos: de deudas millonarias a tratos dudosos

El libro pinta un panorama de inestabilidad financiera crónica para ambos. Andrés tiene un “don infeliz para involucrarse con las personas equivocadas en sus emprendimientos para ganar dinero”, desde contrabandistas de armas libios y familiares de dictadores hasta un espía chino.

Sus gastos extravagantes incluyen contratar jets privados “tan casualmente como quien pide un Uber en una noche de salida”.

Como enviado comercial, Andrés facilitó tratos misteriosos con multimillonarios extranjeros, como los de Kazajistán.

A pesar de que el rey Carlos III cortó su asignación anual de US$ 1,32 millones que percibía su hermano, Andrés mantiene como residencia oficial la mansión Royal Lodge —de 30 habitaciones y cercana al castillo de Windsor— con costos millonarios a su cargo.

Ferguson emerge como una figura “codiciosa y necesitada”, atrapada en un “bucle interminable de gastos compulsivos, deudas y luego acuerdos complicados, patrocinios y regalos para enderezar sus finanzas, antes de que el ciclo comience de nuevo”.

Financieramente “analfabeta”, explicó acciones judiciales diciendo que estaba “ebria, intentando ayudar a un amigo y endeudada”. Sus excesos son legendarios: gastó US$ 18.480 en un mes en un comerciante de vinos londinense y US$ 33.000 en una hora en Bloomingdale’s.

Para 1995, acumulaba más de US$ 4,88 millones en deudas.

Su estilo de vida incluía un séquito extravagante: cocinero, chófer, sirvienta, mayordomo, vestuarista, niñera, tres secretarias, asistente personal, dama de compañía, dos jardineros, arreglista de flores y paseador de perros.

Lownie revela que la duquesa tomó cinco vacaciones en siete meses, organizó fiestas interminables y regresó de Nueva York con 51 piezas extra de equipaje llenas de compras, incurriendo en costos adicionales.

La duquesa de York además insistía en celebrar banquetes medievales nocturnos para ella y sus hijas, con sobras desechadas, y montaba “ataques de gritos absolutos” ante cartas bancarias. La reina Isabel tuvo que liquidar parte de estas deudas.

Para sobrevivir, la duquesa de York explotó sus conexiones reales: escribió libros infantiles como *Budgie the Helicopter* usando su título, cobró por entrevistas, vendió planchas para cabello en QVC y fue portavoz de WeightWatchers, donde destacaba por “trabajar una habitación de manera brillante, fresca, chic y sin rigidez”.

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Lownie la describe como una figura lastimosa que se aferra a Andrés para mantener estatus e ingresos y da un ejemplo controvertido: su hija mayor, la princesa Beatriz, recibió un collar de diamantes de US$ 23.760 en su cumpleaños 21 de un empresario libio que alardeaba de influir en Andrés para proyectos.

La conducta de Andrés y Sarah en las últimas décadas parece haberlos aislado del entorno del rey Carlos III. Lownie argumenta que sus hijas, Beatriz y Eugenia, mantienen distancia de su padre debido a estos escándalos y que el príncipe Guillermo impulsa la expulsión de Andrés de Royal Lodge, viéndolo como un abuso de propiedad y privilegio.

En última instancia, el libro sella el destino de Andrés, eliminando cualquier posibilidad de retorno público, y expone cómo sus finanzas opacas y alianzas tóxicas erosionaron la confianza en la “Casa de York”.

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