Duras derrotas en el Senado y la madre de todas las batallas. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los sábados de 12 a 14 por Radio Con Vos 89,9.
Sábado 6 de septiembre 12:43
Escuchá esta nota
Javier Milei quiso cerrar la campaña para las elecciones de la provincia de Buenos Aires con un acto en el que pretendía aparecer como víctima de una provocación, pero el verdadero cierre fueron las últimas dos votaciones adversas en el Congreso. La cuestión no se reduce a una contabilidad parlamentaria: son señales de un clima más general. Primero, el Senado volteó el veto presidencial y repuso la emergencia en discapacidad con un resultado de 63 a 7 —primera reversión total de un veto en más de dos décadas—, hecho que, además, tuvo lugar en medio del escándalo por las coimas en la ANDIS; después, aprobó una regulación restrictiva de los DNU: si no son ratificados por ambas cámaras en 90 días, caen. Fueron dos golpes al Gobierno, 72 horas antes de la elección bonaerense. Todavía hay que medir cuál es el más significativo. ¿Por qué? Porque esta modificación sobre los DNU golpea en el centro de una estrategia que el Gobierno tenía para los próximos dos años, incluso si lograra los mejores resultados en las elecciones de octubre: gobernar por decreto y conseguir los 87 “héroes” para sostener los vetos. Con este cambio en los procedimientos para que los DNU queden firmes, ya no alcanza.
¿Por qué se logra esto? Conviene dejarlo claro: por la movilización de las personas afectadas y sus familias, que tuvo la precuela de las jubiladas y los jubilados cada miércoles, del Garrahan y, antes, de la universidad. Todas esas movilizaciones —en muchos casos solo acompañadas por la izquierda, como reconocen sus propios protagonistas— y que mucha gente decía que “no lograban nada”, fueron horadando la “autoridad” del Gobierno y poniendo a la defensiva la “épica del ajuste”.
Hay que subrayarlo porque, si no, aparecen rápido los analistas que solo miran la superestructura política —es decir, a los de arriba— y empiezan a decir que “tal senador fue un gran tiempista”, que “tal otro es un gran estratega” o que “aquel supo aprovechar el momento porque tiene experiencia”. Bueno: estos senadores y senadoras son los que cogobernaron con Milei y le dieron la Ley Bases, habilitaron los decretos, etcétera. No eran héroes antes ni lo son ahora. Son oportunistas. Las heroínas y los héroes estuvieron enfrentando desde el minuto cero este proyecto reaccionario en el Parlamento y en la calle.
En segundo lugar, está la economía, que sigue entrampada. El “número fetiche” de la desaceleración inflacionaria se puede decir que aguanta, pero no enamora: las proyecciones privadas ubican agosto en torno al 2,1 %, por encima del 1,9 % de julio; el dólar volvió a moverse hacia arriba, el riesgo país también subió y el Tesoro salió a hacer lo que juró que no iba a hacer: rifar dólares para mantenerlo dentro de la banda; o sea, “flota”, pero con ayudín. Las tasas de interés están por las nubes, planchan el crédito y la actividad se frena. En criollo: el “orden macro” del que el Gobierno hizo bandera (y que mucha gente creyó), sin salario, con problemas de empleo y con un ajuste que sobrepasa el umbral moral de cualquier sociedad (ajustar sobre personas con discapacidad) se convierte en orden para pocos y desorden para la mayoría.
Esto condujo, en el terreno de la política, a pelear contra todos para intentar sostener el discurso de “la casta”. Milei repitió en Moreno los mismos ademanes con los que creyó que ganó en 2023: mucho ruido, quilombo, pogo, puesta en escena unipersonal. Pero los instrumentos que sirven para capturar el malestar de un momento no sirven para gobernar. Es una ley que se viene cumpliendo a rajatabla en los últimos gobiernos.
El Senado, en ese sentido, no es un claustro; es un termómetro. Y el termómetro marcó fiebre. La emergencia en discapacidad no solo tiene costo fiscal; tuvo un costo social que la mayoría no convalida. Nadie aplaude la planilla de Excel si eso implica recortarle a las personas con discapacidad. El Parlamento —con sus miserias— interpretó ese clima. “Gobernar contra”, ser “oposición de la oposición” (como afirmó tantas veces Martín Rodríguez), tiene un techo cuando la sociedad reacciona a favor de derechos básicos.
Esto desemboca en el domingo bonaerense. Las elecciones de mañana: ¿será un domingo sangriento para el Gobierno? ¿O mostrará la foto de un oficialismo desangelado? Lo que seguro no va a suceder es el resultado que hace dos o tres meses el Gobierno decía que iba a tener: un triunfo contundente. Todos los vaticinios dicen lo contrario.
Claro, la foto de lo que está enfrente —en el peronismo— muestra a muchos de los responsables del desastre del Gobierno anterior, los que bancaron a Alberto Fernández. Esa es la esperanza del Gobierno que vino a vender futuro y se aferra desesperado al pasado.
Milei mismo reconoce en sus discursos que está complicado y denuncia fraude y cosas así. Porque, en su desorientación, cometió un gran error político: poner la elección bonaerense como muy decisiva, como el inicio de la batalla final hacia octubre. Ante el estrés cotidiano de la economía, se aferró a la política: “cuando ganemos las elecciones todo el panorama se va a calmar y los mercados van a responder positivamente”.
Ahora, la provincia de Buenos Aires no fue una plaza fuerte de Milei ni en su mejor momento: en la primera vuelta de octubre de 2023 ganó Sergio Massa con 42,95 %; Milei obtuvo 25,73 % y Patricia Bullrich, 24,05 %. En el balotaje de noviembre de ese mismo año también perdió, con Massa en 50,76 % frente a 49,24 % de Milei. Un elemento adicional es de qué magnitud y cómo jugará la abstención. La mayoría ve que afectará al Gobierno, porque es el campo en el que prima la desmoralización.
Estos errores derivaron en el recrudecimiento de la interna y en el intento fallido de revitalizar la “batalla cultural”. Pero parece que en la jungla argentina rige una norma inviolable: economía mata batalla cultural. Y, más allá de los resultados, es un Gobierno detonado por dentro. El que sería el nuevo “hombre fuerte” del Gobierno, el más “serio” —hablo de Guillermo Francos—, cerró la semana vapuleado por la patota digital del oficialismo (que comanda Santiago Caputo) por cuestionar un tuit impresentable contra Luis Juez.
Los comunicadores oficialistas demuestran lo mal que está el Gobierno y empezaron una extorsión clásica: o se vota por los candidatos de Milei o explota todo. En los 90, a ese discurso pronunciado por el menemismo se le decía: “Yo o el caos”.
El “recuento globular de fuerzas”, como alguien llamó a las elecciones, mostrará la foto. Una imagen que puede cambiar los tiempos y los ritmos, pero es difícil que cambie la dinámica de la película.
¿Querés saber más sobre este tema? Preguntale a ChatPTS
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.