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Mundos íntimos. Me voy a vivir a España: cómo es la despedida, cómo pensar que ya no perteneceré más a estos lugares

Los libros

Para alguien que escribe y va a migrar, el drama existencial se reduce a la pregunta: ¿qué libros me podré llevar? Porque cuando escribís, un libro es parte de tu cuerpo, de tu historia corporal y de tu identidad. Claro que hay problemas más importantes en el mundo. Pero esto es lo primero que me aparece ante una nueva certeza: en poco tiempo dejaré Buenos Aires para instalarme en Barcelona.

Duelo

El duelo por la muerte de mi padre lo transité en pandemia escribiendo poemas, que terminaron en mi primer poemario.. Creo que a todos la pandemia nos hizo ver que nada es lo que parece. Que la vida que vivíamos podía detenerse en cualquier momento y mutar. A muchos nos hizo replantearnos cómo queríamos seguir viviendo. Hubo un duelo por la vida que teníamos. A eso se sumaron duelos por seres queridos que perdimos. Realmente creo que nada volvió al mismo lugar. Quizás las cosas nunca vuelven al mismo lugar. Sólo que no nos damos cuenta.

El padre de Cynthia Matayoshi que murió durante la pandemia. Su partida le hizo recordar que la vida es corta y hay que arriesgar.El padre de Cynthia Matayoshi que murió durante la pandemia. Su partida le hizo recordar que la vida es corta y hay que arriesgar.Al menos para mí, hubo algo como un rayo: la certeza de que la vida es cambio. En un sentido fuerte. Y de que es finita. De que la vida, la nuestra, es una pequeña vida. Una vida corta. Tiene fin. Todos lo sabemos, pero no lo recordamos. Entonces recordé las cosas que quería hacer a los veinti tantos y no había hecho: viajar, los intentos en diferentes momentos de mi vida de estudiar en otra parte, conocer Galicia, París, Nara.

La palabra migrar

¿Qué palabra usamos para irnos? Migración es una cosa, exilio es otra. Hay una diferencia entre irse eligiendo, deseando, persiguiendo alguna cosa que te hace feliz, e irse enojado, con frustración. Hay que poder hacerse esa pregunta. Poder buscar el lado b de la historia.

Migrar también es algo que no tiene palabras. No existe una palabra para ese momento en que estás en la playa y pensás: esta es la última vez que estaré acá. O: ¿pasaré otra Navidad con mi madre? No existe una palabra que nombre la necesidad de empezar a pasear por Buenos Aires como turista. No es anticipar. Es algo distinto. De pronto sabés que deberías mirar la ciudad de otra manera, porque cuando estás viviendo en ella hay muchas cosas que no ves. Entonces salís a sacar fotos, vas a lugares a los que no hubieras ido cuando sabías que tu ciudad era permanente (como si hubiera algo permanente en nuestro mundo). Pero esa ilusión es necesaria. En nuestra memoria existen ciudades permanentes, rincones permanentes, personas permanentes. La cara de mis abuelos o de mi papá eran permanentes.

 La flor del cerezo, cuando cae, genera tristeza en Occidente. En Japón forma parte de un bello ciclo, dice Cynthia Matayoshi. La flor del cerezo, cuando cae, genera tristeza en Occidente. En Japón forma parte de un bello ciclo, dice Cynthia Matayoshi.Creo que las cosas permanentes no existen en este mundo, pero necesitamos hacerlas existir en otro mundo. Es una necesidad vital. Por eso soñamos con nuestros muertos o les hablamos o les escribimos. Y esos otros mundos son tan reales como este.

Cuando empezó la pandemia un amigo me dijo: El mundo no podía ser un lugar tan tranquilo. Pensé: tiene razón. Mirando para atrás, es verdad. El mundo parecía un lugar demasiado tranquilo. Y sé que esto que digo es una trampa, porque mirar para atrás también es idealizar, ponerse melancólico, creer que todo pasado fue mejor. Me cuido de ese lugar. Es muy difícil, pero siempre me digo: cuidate de la melancolía, de idealizar el pasado.

Mono no aware

Los japoneses tienen una expresión: mono no aware, para referirse a las cosas efímeras.

Mono no aware es un giro idiomático que apunta a la transitoriedad de las cosas, a un sentimiento que conjuga la belleza y lo efímero, la impermanencia de las cosas. Ahí encuentran los japoneses lo bello.

Si la muerte no existiese, ese sentimiento no existiría. La muerte es un punto más, una de las formas de la vida. No es un castigo. No es un tabú.

Mono no aware es también la tristeza de las cosas. Se parece a ese sentimiento ambiguo que podemos tener cuando nos damos cuenta de que algo que nos gusta está cambiando y es imposible de eternizar, de atrapar totalmente. Es cambiante, se mueve, vive fuera de nosotros y va a desaparecer. Es una especie de melancolía que nos atraviesa en un instante al mirar algo en la vida cotidiana

Mono no aware supone conmoverse. Por eso es difícil dar ejemplos. Cada quien se conmoverá con algo diferente. A mí me gusta fotografiar la sombra de los árboles o ver caer las hojas del fresno.

Esta noción implica belleza, melancolía, algo de lo efímero, lo que cambió o está cambiando y podría desaparecer. Alegría, sentimiento de finitud, dolor. Pero también belleza. El paradigma para pensarlo es la caída de las flores del cerezo. Ir a observarlas caer. Cuando las flores del cerezo caen, recuerdan lo transitorio.

Nosotros, cuando cae la flor del jacarandá, no la observamos, no nos representa lo mismo, ¿por qué? A nosotros el jacarandá nos gusta cuando florece, en primavera, nos gustan las fotos de la ciudad con los árboles de ese color azul-violeta. No se nos ocurre observarlo cuando la flor se cae porque la caída, la finitud, no la queremos ver, ni se nos representa como bella, porque para occidente la muerte es un tabú o nos remite a un lugar temido.

Trato de apreciar la belleza de lo efímero. Intento fotografiarlo. Lo busco en el cine, en la literatura y en la vida cotidiana. ¿Me ayuda a transitar el duelo de dejar Buenos Aires? No lo sé. Quizás hay cosas inevitables.

Un lugar del que trato de escapar es el de la melancolía (tan del tango, Mi Buenos Aires querido…). La melancolía del sufrimiento.

Cosas que ocurren cuando migramos, aunque lo hagamos con felicidad

A veces tu familia se aleja. A veces tus amigos se alejan. O vos crees que lo hacen. No es algo que vaya a ocurrir todo el tiempo o que le pase a todo el mundo. Quizás la necesidad de hablar de irte hace que no encuentres interlocutores, porque es difícil compartir algo tan radical.

A veces se terminan los análisis. O los psicoanalistas comienzan a interpretar tu viaje en el marco de alguna teoría. A veces no tenemos ganas de interpretar nada. Nos cansamos de interpretar. Yo me cansé de las interpretaciones. Mis bisabuelos fueron inmigrantes, españoles e italianos. Paternos y maternos. Y no tengo ganas de interpretar. O quizás no puedo ahora. O quizás esto no es interpretable. No todo es interpretable, Herr Freud.

El cuerpo migrante

El cuerpo duele y es algo real. Es tan real como un árbol talado o como este frío. Escribo con un invierno sincero en Buenos Aires. Y yo que amo el invierno, pienso: este será el año de los dos inviernos. Me gusta pensarlo pero no sé qué significa.

El cuerpo migrante pasa por distintos estados de ánimo. Uno de ellos es la idea de estar locos. Pienso: estamos locos. ¿Cómo vamos a hacer esto? ¿Por qué lo hacemos? Si estamos cómodos, ¿por qué uno desarma su vida teniendo una familia, vende todo, y decide empezar de nuevo? No parece real. Pero de algunos lugares no se puede volver atrás. Y para algunas cosas no alcanzan las respuestas lógicas.

A veces necesitamos desacomodarnos. Yo necesito desacomodarme. Estar incómoda, ser extranjera. Quizás deberíamos incorporar la idea de que hay cosas que necesitamos hacer y no sabemos por qué.

La lengua

Una colega me preguntó si no tenía miedo de perder mi lengua. La pregunta me resultó extraña. La entiendo. Pero no tengo ese miedo. Mi lengua se transformará en otra lengua. Quizás es parte de lo que busco.

También me pregunto qué es la lengua. Finalmente una lengua se hace de experiencias. Si escuchás hablar en otro idioma, vas a incorporar algunas de esas palabras, las que te gusten o te resulten inevitables. Perder la lengua no es es perderse, es enriquecer la lengua. Es ser un poco más mutantes.

Dado que vivo en una familia nikkei -mi marido es descendiente de japoneses- mi lengua está conformada por una mezcla de palabras argentinas y japonesas, de costumbres, de comidas. Para mí es normal la mezcla, lo híbrido. No creo que haya algo mejor en el mundo. A veces me pregunto: ¿podré seguir esas costumbres japonesas? ¿Ir a un altar a poner un incienso, comer yakitori, escuchar el himno japonés?

El vacío

Pienso que los lugares vacíos existen para que otra cosa sea posible. No hay una sola manera de pensar el vacío. El vacío puede ser llenado con sufrimiento. O puede ser un motor. La vida acelerada que vivimos hace que muchas veces esa situación resulte intolerable. ¿Por qué tengo que esperar? ¿Cuándo me pasará tal cosa?

El vacío también se relaciona con el acto. De esto habla el relato del arquero zen, un aprendiz de arquero que busca en su maestro las claves de la arquería. Se trata de una película que vi una vez, un corto traducido al inglés como «To Shoot Without Shooting»: «Para disparar sin disparo». Es la historia de un joven arquero, Ji Chang, que quiere convertirse en el mejor arquero del mundo. Busca la ayuda de un arquero consagrado, Fei Wei, que puede disparar las hojas de sauce fuera de los árboles.

Este maestro entrena a Ji Chang pero no a través de la transmisión de contenidos o de la adquisición de destrezas como apuntar al blanco, manejar el pulso, etc. sino que lo que hace es derribar cada uno de los sentidos que sostiene su discípulo, llevarlo a los límites de su propio saber.

Ji Chang comienza entonces un viaje por el mundo. En este viaje va a ver a un sabio, Gan Ying. Frente a él quiere demostrar sus habilidades. Pero este sabio le señala que no se trata de eso, de las habilidades que aprendió, y que seguramente lo que no aprendió es a disparar sin disparo. Esta frase sí que lo intriga. Él creía que ya había aprendido todo.

El anciano lo lleva a la cima de una montaña, en el borde de una roca que da a un precipicio. Es una experiencia límite, incluso desde lo físico. Y entonces le muestra cómo puede disparar sin el arco y derribar un ave. Hace el gesto de tensar el arco pero en el lugar del arco hay vacío, no está el objeto. Aunque uno podría decir que sí lo hay. Pero es un objeto que fue vaciado de su espesura, de su consistencia como objeto central del arquero. El arco, ¿se volvió una parte del cuerpo?

El ave cae frente al arquero y éste queda conmovido.

Es el punto más verdadero de su entrenamiento. El relator del filme nos dice: es la primera vez que él despierta a la verdadera naturaleza de este arte, poder derribar un ave que vuela en el cielo sin el uso de la flecha, es decir, con un arco vacío. Migrar también implica ese recorrido: hacer la experiencia del arquero que aprende a disparar sin arco.

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Cynthia Matayoshi. Escritora, psicoanalista. Nací en la provincia de Buenos Aires en 1971. Publiqué las novelas: “La sombra de las ballenas” (en Argentina en Marciana, en España en Trampa y en Colombia en Vestigio) y “Virgen Bruja” (Argentina, Ayarmanot). También el libro de cuentos: “Era de noche y vino un planeta y otros relatos” (España, Holobionte) y el poemario “De mi boca sale un elefante” (Argentina, Trapezoide). Este año saldrá el nuevo poemario: “Como una osa polar” (Trapezoide ediciones). Dicto talleres de escritura de cuento y de poesía. Mis redes: @miskanjis (instagram), www.cynthia.matayoshi.com.ar

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