— Antes de entrar al tema de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, ¿qué dice la prensa rusa sobre este asunto?
— En general, acá hay una perspectiva muy cercana a China. Hoy China y Rusia son aliados estratégicos fundamentales. Pero tampoco hay una postura demasiado crítica contra (Donald) Trump, sobre todo a partir del cambio de su postura respecto de la situación en Ucrania. El gobierno y la prensa intentan mantener cierto equilibrio. Además, la economía rusa ya está afectada por las sanciones desde 2022, así que estas nuevas medidas no la impactan tanto. De hecho, Rusia fue uno de los pocos países a los que Estados Unidos no le impuso aranceles.
— Eso alimentó especulaciones en torno a que Trump busca un tercer mandato y que tiene a Putin como aliado.
— Sí, hay especulaciones al respecto. Recordemos que cuando Roosevelt fue presidente por tercera vez, lo hizo en el marco de la Segunda Guerra Mundial, y tuvo como aliado a la entonces Unión Soviética. A partir de ese momento se estableció por enmienda constitucional que en Estados Unidos los presidentes sólo pueden tener dos mandatos. Esta referencia está muy presente en Rusia ahora, especialmente porque se acerca el 9 de mayo, el Día de la Victoria, que conmemora el triunfo sobre la Alemania nazi. Trump evocó esa alianza en su momento, sugiriendo que Estados Unidos y Rusia podrían volver a ser aliados. Por supuesto, la situación hoy es mucho más compleja, sobre todo con la Unión Europea como principal obstáculo. Pero está claro que Trump no ve a Rusia como enemiga, y Putin tampoco ve a Trump —ni necesariamente a Estados Unidos— como un enemigo. Hay incluso coincidencias ideológicas entre ambos.
— ¿Y en qué posición queda Argentina en esta disputa entre súper potencias?
— Argentina no tiene mucho margen para jugar ni para maniobrar. Hoy depende fuertemente de los Estados Unidos, pero al mismo tiempo no puede hacer lo que le pide el secretario del Tesoro norteamericano, como prescindir de los swaps con China. La situación es compleja: el país necesita de China, pero también debe subordinarse a los lineamientos de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional. El margen de maniobra es prácticamente nulo.
— ¿Hay una política exterior clara del gobierno argentino en este contexto?
— No. No veo una política exterior clara ni una mirada estratégica de mediano o largo plazo. El gobierno parece estar, simplemente, tratando de sobrevivir y de alinearse con los intereses de Estados Unidos. No sé cómo van a poder compatibilizar eso con lo que demanda China. Es un juego muy complicado, incluso en el corto plazo.
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— En la semana hubo un comunicado muy duro de China respecto a la visita del secretario del Tesoro estadounidense a Milei.
— Así es. Con las medidas de Trump, el conflicto entre China y Estados Unidos se ha recrudecido. Creo que Trump esperaba que China no respondiera de la manera en que lo hizo, pero la respuesta fue muy dura. China tiene la idea de que, si puede evitar el conflicto, lo hará. Pero cuando considera que el conflicto es inevitable, va a dar la pelea. Y hoy ve como inevitable el conflicto con Estados Unidos en el plano económico.
— ¿Cuánto afecta esa disputa a América Latina?
— Hay una disputa por zonas de influencia. Cuando uno observa el mapa de los principales socios comerciales de los países latinoamericanos, ve que China desplazó a Estados Unidos en prácticamente todos, salvo México y algunos países de Centroamérica. En Argentina, China es hoy el segundo socio después de Brasil, mientras que Estados Unidos pasó al tercer lugar. Está claro que Estados Unidos busca recuperar terreno y China no está dispuesta a permitirlo. Por eso, Estados Unidos parece decidido a tener una política exterior mucho más injerencista en América Latina.
— ¿Volvemos entonces a una especie de Doctrina Monroe?
— Sí, es una reedición de la idea de “América para los americanos”. Aunque Trump mantiene una política más aislacionista en términos globales —como con Medio Oriente o Ucrania—, busca recuperar influencia sobre América Latina. Y China tampoco va a ceder fácilmente. Lamentablemente, en este contexto, Argentina tiene incluso menos margen de maniobra que sus vecinos, en gran parte por el peso del endeudamiento.
— Además, si China dejara de comprarnos, sería gravísimo…
— Sería un escenario extremadamente complejo. Hoy no parece algo inminente, pero sí posible en el mediano plazo. China ha demostrado que está dispuesta a jugar de una manera distinta a la habitual. Podría, por ejemplo, reemplazar a Argentina con Brasil u otros países con estructuras productivas complementarias. Además, no hay que olvidar la cuestión de los swaps y el endeudamiento con China, que supera los 20.000 millones de dólares. China, además, es un actor importante dentro del Fondo Monetario Internacional. El equilibrio que debe mantener el gobierno argentino es extremadamente delicado, y sinceramente no veo una salida clara.
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— ¿Hay alguna forma de surfear esta situación?
— En realidad, lo que se reclama a Argentina ya no es sólo económico: es geopolítico. Estamos hablando de Vaca Muerta, del litio, de la base militar que Estados Unidos quiere instalar en el sur, de la cercanía con la Antártida. Todo eso excede lo meramente económico. Argentina, como el resto de América Latina, pero especialmente por su ubicación y recursos, es vista como una pieza clave por ambas potencias. Brasil, por ejemplo, ya está claramente alineado con los BRICS. Argentina, en cambio, no. Entonces, queda como un terreno en disputa. Tenemos la cuarta reserva de petróleo del mundo, una de las principales reservas de gas natural, y el tema del agua será crucial en los próximos años. Argentina juega un papel importante, pero está atrapada en una situación donde el margen de maniobra es mínimo.
— ¿Qué sería necesario para salir de ese lugar tan vulnerable?
— Establecer políticas exteriores claras, con el interés nacional como prioridad. Pero no parece ser eso lo que está guiando las decisiones del gobierno hoy.