Elevado sobre la calle San José, en el barrio de Constitución, el balcón del departamento de Cristina Fernández de Kirchner volvió a funcionar como punto de fuga de tensiones políticas. Fue su potencial uso lo que encendió el debate tras la decisión del Tribunal Oral Federal 2 de concederle prisión domiciliaria, sujeta al cumplimiento de una serie de condiciones de cumplimiento obligatorio. El tribunal incluyó restricciones específicas que limitan su capacidad de expresión política desde el encierro.
En el centro de las restricciones, la disposición señala que la expresidenta: «Deberá abstenerse de adoptar comportamientos que puedan perturbar la tranquilidad del vecindario y/o alterar la convivencia pacífica de sus habitantes», dictado que activó lecturas sobre el significado del balcón como acto político y público.
El conductor del programa “Comunistas”, Juan di Natale, puso en debate los términos del fallo que impone las restricciones para el cumplimiento de la condena a seis años de prisión de forma domiciliaria: «Deberá permanecer en el domicilio fijado, sin excepción, salvo situaciones de fuerza mayor justificadas”, leyó. Además, mencionó que «el tribunal exigió que presente en 48 horas una nómina con familiares, custodios, médicos y abogados que podrán ingresar libremente. Cualquier otra visita —incluso entrevistas periodísticas o reuniones políticas— requerirá autorización judicial específica«. “La salida al balcón de Cristina es un acto político”, planteó luego, mientras se analizaba el impacto simbólico de la imagen.
El periodista Fernando Rosso interpretó el fallo como una decisión más política que jurídica: “No están limitando a la persona sino a su autoridad política. Eso revela el verdadero conflicto”, opinó. El psicoanalista Sergio Zabalza fue más directo: “Los genocidas tienen balcón y nadie los sigue. Cristina sí. Ahí está el problema”, comparó. La discusión giró entonces hacia la tensión entre legalidad e influencia pública. Para Fabián Requeijo, el foco está en el derecho a recibir visitantes: “Todos los detenidos pueden recibir visitas asiduas. El arma acá, evidentemente, es el micrófono”, interpretó.
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El debate superó la coyuntura judicial y se deslizó hacia el terreno de la democracia y la justicia. Requeijo agregó: “En Argentina, ser funcionario honesto es un riesgo. No hay justicia ni previsibilidad jurídica.
LB / FPT