El partido de vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y la Universidad de Chile, que se disputaba en Avellaneda, terminó abruptamente tras graves incidentes protagonizados por la parcialidad visitante. Los hechos derivaron en la cancelación del encuentro y en una escalada de violencia protagonizada por la barra disidente del club local. Como consecuencia de los disturbios, más de 300 hinchas chilenos fueron detenidos por la policía.
Ubicados en la Tribuna Sur Alta, los hinchas trasandinos causaron destrozos significativos: violentaron un cuarto de limpieza, rompieron baños, arrancaron butacas y transformaron todos los materiales disponibles en proyectiles, sumando palos de escoba y botellas. Estos elementos fueron lanzados de manera continuada hacia las bandejas inferiores donde se ubicaban los hinchas de Independiente, provocando incendios parciales de asientos y explosiones de bombas de estruendo, según consignó la transmisión en vivo.
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El inicio del segundo tiempo se retrasó tras varias advertencias desde los altoparlantes y la intervención policial. La voz oficial del estadio comunicó: “Debido a los actos vandálicos la parcialidad visitante deberá abandonar la tribuna”. Sin embargo, apenas se intentó reanudar el partido, el árbitro Gustavo Tejera tuvo que suspenderlo a los dos minutos luego de que hinchas ingresaran al campo de juego, algunos de ellos ya lesionados por los ataques de la U.
A pesar de los intentos de mediación de los capitanes visitantes, la situación se agravó: la facción disidente de la barra del Rojo ingresó al sector de los chilenos para enfrentar a los pocos hinchas que permanecían, dando lugar a una verdadera cacería. Los agresores locales golpearon, desnudaron y dejaron heridos a varios visitantes, algunos cubiertos de sangre y otros tendidos sobre los asientos. Incluso se registró la caída de un hincha desde la tribuna.
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El operativo de seguridad, coordinado por Aprevide, incluyó a 650 efectivos policiales y más de 150 agentes privados, pero ninguno pudo intervenir efectivamente en el sector donde se encontraban los agresores. Este episodio pone en evidencia no solo la falta de control durante el partido, sino también la reiterada conducta violenta de la U de Chile: apenas un mes antes, la Conmebol le había aplicado un apercibimiento por el uso indebido de banderas y la presencia de hinchas en sectores prohibidos.
Daniel Schapira, directivo de la Universidad de Chile, expresó su preocupación: “Terrible, es increíble esto. Siempre nos pasa algo. Es también un tema de organización: no pueden poner a la hinchada de la U arriba de la barra de Independiente. Esto se convirtió en un circo”. Añadió que la sanción será inevitable: “Nos van a prohibir ser visitantes. Es muy difícil el control… Van a ser sanciones duras. Siempre estamos viviendo lo mismo, es desesperante. Es un tema social, cultural; esto es mucho más que fútbol”.
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Las imágenes y videos difundidos muestran a hinchas cubiertos de sangre, otros huyendo al vacío, y una lucha cuerpo a cuerpo que convirtió la tribuna en un verdadero campo de batalla. Entre los objetos arrojados se contaron trozos de mampostería, butacas, elementos de limpieza y bombas de estruendo. El choque, que ya estaba 1-1, se convirtió en un espectáculo de terror, sin que la Policía ni la seguridad privada pudieran controlar los hechos.
Finalmente, la Unidad Disciplinaria de la Conmebol deberá decidir sobre el resultado del partido, aunque la atención se centra en la magnitud de la violencia y la impunidad con la que los visitantes actuaron. La cancelación del encuentro deja en evidencia la incapacidad de controlar la violencia foránea en estadios argentinos y la urgencia de medidas más estrictas para preservar la seguridad de los hinchas locales y visitantes responsables.